De palique con Kike 26

(Artículo publicado en revista ‘Ñaque’, Ciudad Real (España); nº. 33, febrero 2004)


LEO CUANDO ACTÚO
   ACTÚO L  MIENTRAS  EO


¿Inteligente? Desde luego, no yo. Ni tú tampoco, Kike. Para inteligencia, la del niño, la de cualquier niño que, desde la aparente nada en conocimiento y destreza,  se ha de adaptar e ir incorporando a un mundo tan extraño y complejo como el nuestro, hasta conseguir y aceptar -que es lo más raro-  ser  algo semejante a aquellos que ya hace tiempo que perdimos esa entrañable y misteriosa facultad.


Aunque solo sea por aquello de seguir el orden más conveniente que deben seguir las cosas y dado que en la número 18 de nuestras cartas te prometí que, en la siguiente(1), después de haber charlado ya largo y tendido (yo diría que tanto o más de lo suficiente), abordaríamos de una vez por todas el tema de la comparación de géneros, no me queda otro remedio que abordarlo por todas de una vez, una vez aclarado mi punto de vista sobre una serie de asuntos tan variados como, a mi juicio, necesarios de exponer.
Es verdad que intencionadamente, como preparando el terreno, he dejado para más tarde la cuestión que nos va a ocupar nuestra charla de hoy y las seis siguientes, la del ejercicio de comparación de géneros; creo sinceramente que se me habría entendido igual, sin tanto preámbulo, pero de idéntico modo creo que tengo todo el derecho a mantener el ritmo que estime conveniente para explicarme sin perder el resuello y también es cierto que, después de haber establecido un pausado escalonamiento de conceptos en estos veintitantos ‘De palique con Kike’ anteriores, es posible que cuanto te voy a largar, ¡qué sé yo!, hasta parezca más justificado y no te sobrevenga tan de sopetón. Pese a ello, si quieres que te diga la verdad, te he de confesar que lo que ahora, por un falso rubor, disimulo como preámbulos, no eran solo preámbulos: tenían, a mi parecer, sentido dentro del curso de nuestras cavilaciones y, a su vez, valor por sí mismos, ¿te parece? ¡¡o no te parece!!
En cualquier caso, habrás de reconocer que la cuestión estriba en que no nos podíamos demorar más. Ya habíamos destapado en cierto modo la caja de los truenos al plantear la función pedagógica que, sobre el ejercicio de comparación de expresiones artísticas, construye la actividad teatral para la Escuela y al destacar la práctica de sensibilidad e inteligencia que ello significa.
Con carácter tradicional ha sido así, música, danza y plástica, en muy diversas manifestaciones, acuden como moscas a la convocatoria proyectada por el teatro y poco podemos añadir, salvo propiciar e intensificar y, por supuesto, aprovechar esta afluencia artística, insertando durante el desarrollo de la experiencia situaciones y procedimientos, como la propuesta de participación de la tramoya dentro de la acción dramática, estrategia que nos detuvimos a describir en anteriores cartas. No obstante, hay mucho que hablar sobre este fenómeno de la concurrencia de otras artes en el ejercicio teatral y hay mucho profesional que se dedica a ello,  mejor y con más intensidad que yo, yo diría que constantemente; sino que se lo vayan a preguntar a J. M. Font o a Eugenia Navajo, a quien tú bien conoces.
Por mi parte, solo decirte que procuraré hoy adentrarme algo más en este terreno, explicándote uno de los proyectos de experiencia escolar  que, desde la perspectiva más específica de la comparación de géneros, desarrollé en su día con la pretensión de explotar al máximo esta capacidad que tiene el Teatro para afectar a otros ámbitos artísticos, penetrando en ellos y activándolos y, a su vez, permitiendo ser invadido por todos.
Mira, Kike, si el teatro (del escolar, sobre todo estamos hablando) tiene ese poder de convocatoria, de manera que se convierte en un fructífero eje de incitación a la concurrencia de otras artes, preferentemente        enfocado al territorio de la plástica y la música, ¿por qué no probar algo distinto dentro de esa misma tendencia, promoviendo la interacción con otros géneros cuyo vínculo con el arte escénico no parezca tan evidente?
Esta fue la pregunta que me planteé el día en que, ipso facto, tomaba la decisión de escribir una novela sobre la historia contada en alguna de mis obras de teatro y establecer además cierta metodología orientada a poner en práctica un ejercicio de comparación entre ambos géneros, Teatro y Novela, de forma que nos ayudase a desentrañar, metidos en el quehacer ordinario de la actividad propuesta (el ensayo y la lectura), los diferentes recursos y mecanismos empleados por el autor para conformar cada secuencia argumental ora en acción dramática, ora en narrativa.
Así que ya me ves a mí, luciendo aquella incomparable candidez entusiasta que tú debiste conocer, tan angelical como productiva, mezcla de aquel momento vital, la edad, sumado a la época en que nos tocó vivir y a algo de mi forma natural de ser, dedicándome a trasponer a novela una obra de teatro tras otra y, a renglón seguido, a elaborar lo que podría ser considerado una guía didáctica, ¡ya ves tú qué ingenuidad! Más que ingenuidad, trasgresión de cualquier norma en vigor. Bien mirado, ¡se necesita ser contraventor de la cultura establecida! ¡Un verdadero delincuente!, eso es lo que era. No solo transgredía la norma metiéndome en camisa de once varas, sino que, para llevar a cabo cualquier intento, me situaba al margen del consejo corporativo y encima, emprendía mi trabajo desde el polo opuesto a los influjos de la vanguardia reconocida en aquel momento. (Hay que tener en cuenta que ésta es una proposición que parte de un texto teatral; práctica que en aquel entonces no se podía considerar dentro de las corrientes preponderantes, ¡ni mucho menos!)
Y, lo que son las cosas, tiempo después, releyendo aquella propuesta de trabajo y viéndome ya en la distancia, como si su autor fuese alguien completamente ajeno a mí, considero que, aparte del aprecio que puedan cosechar sus planteamientos, vale la pena desenterrarla, aprovechando que una editorial ha decidido publicar una de las obras(2) que forman parte del contingente de la experiencia y que, además, uno de sus niveles ha obtenido recientemente un premio(3). En resumidas cuentas, que quizás sea útil explicarla, aunque, si he de ser sincero, te reconoceré que me complace por encima de todo, manifestar de algún modo que estoy de parte de aquel delincuente... ¡bueno, bandido generoso! Pongamos cada cosa en su sitio, al menos por la cantidad de generosidad que dan de sí unos quinientos folios, entre obras de teatro, novelas y procedimientos didácticos, sin que mediase o se pudiese esperar ninguna compensación inmediata o palpable.
Las obras que han servido de base para conformar la propuesta son dos, se dirigen a diferentes niveles educativos y son sobradamente conocidas por ti, aunque lo más probable es que el lector o la lectora de nuestras charlas no las conozca, por lo que me parece obligado reseñarlas(4). Al objeto de completar la propuesta, escribí la novela(5) correspondiente a cada una de ellas y, además, tuve el atrevimiento de elaborar dos guías didácticas(6), una por cada conjunto de obra de teatro y novela. Por cierto que he robado el título de una de estas guías para encabezar esta carta-artículo, espero que me disculpes por ello.
Lo que quiero que quede manifiesto es que este contingente de material didáctico está formado por dos baterías de obra de teatro, novela y guía y que, una de estas baterías está pensada para participantes de nueve a doce años y la otra, para mayores de doce años; aproximadamente, porque estarás conmigo en que hay menores de doce años que nos dan sopa con hondas en el capítulo de sensibilidad e inteligencia, por lo menos, a mí. A los más curiosos diré que tengo a medio hacer un juego completo de obra de teatro, novela y guía dirigido a adultos.
Desde una vertiente práctica y para no verse motejada de utópica o de excesivamente difícil, las condiciones que debería ofrecer una propuesta de experiencia como ésta, con estos visos de complejidad y con lo zurrado que está hoy en día el patio en la Escuela, son, de una parte, que debería ajustarse a las maneras de actividad al uso en el ambiente escolar, de otra, que sustituyera algún esfuerzo y, finalmente, que estuviera al alcance de la mano.
Si te paras a pensar, estas condiciones se cumplen sobradamente, tanto por la obra de teatro, como por la novela:
Ø     Puede ser considerada la actividad teatral, por según quien, como algo muy difícil, complicado, pero lo cierto es que consiste en un ejercicio conocido, al alcance del docente, con bastante tradición y del que aún se extrae utilidad con mayor o menor eficacia en la Escuela. Si no te complace, lo puedes dejar correr, pero ahí está en el estante, presente y, en algunos casos, con muy buena salud, generalmente, en forma de texto teatral reclamando su resurrección bajo los auspicios de algún convencido de que montar una obra de teatro en la Escuela es todo un acierto pedagógico.
Sea lo que fuere, es ésta una propuesta dirigida a ese profesional que mantiene esta convicción, quizás porque ya ha vivido y, por tanto, ha podido experimentar por su cuenta los resultados de la actividad teatral en las aulas. Ha decidido montar una obra de teatro o tiene el hábito de hacerlo. Es en este sentido que te intento hacer comprender que no ocasiona aumento de tiempo ni de esfuerzo, que se ajusta a objetivos presentes en la Escuela y que el interesado solo tiene que alargar la mano para disponer del material destinado a su normal desempeño.
Ø     En cuanto a la novela, ¡qué decirte!, no se trata de hacer nada diferente a lo acostumbrado en esas aulas, sino de partir precisamente de los procedimientos escolares establecidos. Para poner en práctica este aspecto de la experiencia, solo habría que incorporar la novela a la labor usual, programando su lectura; es decir, que la novela en cuestión pase a ser una de las lecturas previstas para el curso. De esta guisa, nos estaríamos ajustando a un procedimiento habitual, mientras hacemos uso de un material francamente asequible, una novela y no añadiríamos ni tiempo ni complicación a la actividad y hasta es posible que todo lo contrario, ya que este juego de comparaciones permitirá que puedan ser recogidos de forma atractiva, contribuyendo a su eficacia y simplificación, otros aspectos inherentes al Área de Lengua y Literatura que los responsables de la experiencia consideren oportuno añadir con la intención de perfeccionar el proyecto curricular de su escuela.
En definitiva, tenemos a nuestra disposición un material didáctico que consiste en una historia desarrollada en acción dramática y, a su vez, en narrativa; en último término, una obra de teatro y una novela que nos cuentan una misma historia y que muchas de sus secuencias son lógicamente similares y otras, por razones propias de cada género empleado o para favorecer la acción dramática, en algunos casos, la estructura narrativa, en otros o la realización de la experiencia, en los de más allá, serán diferentes o muy diferentes, habiéndose resaltado a propósito su contraste. En parte, ya he apuntado algo sobre la forma de emprender esta experiencia cuando he expresado la voluntad de no acumular más esfuerzos y dificultades, adaptándonos en lo posible a los procedimientos más corrientes: se trata de montar una obra de teatro, actividad en uso, todavía y ojalá que por mucho tiempo, en el ámbito escolar, y de programar la lectura de una novela determinada. Solo nos queda precisar algo más el procedimiento operativo:
a)    Se inician los ensayos de la obra de teatro.
b)    Una vez alcanzado un grado aceptable de conocimiento acerca de la historia que nos cuenta la obra, se propone a los participantes la lectura de la novela, cuyo título puede estar ya previsto dentro de la programación de lecturas que se hayan de realizar a lo largo del curso.
c)     Por último, el procedimiento nos invita a poner en marcha un ejercicio: aplicar a las secuencias argumentales que elijamos, un entretenido juego de comparaciones dirigido a observar cómo han sido planteadas y resueltas en la novela que se ha leído y en la obra de teatro que estamos llevando a escena, aprovechando preferentemente las oportunidades que el propio desarrollo del ensayo concede, ya que interesa incidir de manera especial sobre la situación que se produce en el acto de ensayar, que es donde suelen surgir preguntas y observaciones sobre la razón de ser de acontecimientos y personajes y donde se originan, por tanto, la mayor parte de las oportunidades de comparación y las más intensas, que son las coyunturas que deberemos perseguir durante esta experiencia.
No obstante, cabe decir que esta actividad proporciona asimismo abundante material y ejemplos para cualquier explicación o práctica en clase, especialmente como comentario de texto y taller de escritura. Es un juego que nos convida a aprovechar  todo lo aprovechable, evitando en lo posible trastocar los planes trazados. Otra cosa es que estos planes se puedan ver enriquecidos por el propio ejercicio de comparación de géneros.
¿Sencillo, no? Y útil y hasta diría yo que oportuno, porque no creo que metidos en clase, se den con frecuencia unas condiciones más estimulantes y amenas que éstas para contrastar tan abundantes aspectos de Literatura, entendiendo su estudio con mayor preferencia desde la vertiente del descubrimiento de contenidos prácticos, operativos (Observación de la función de narrador, el punto de vista, la acotación, la creación y modelación de personajes, todas las cuestiones relacionadas con el tiempo, la estructura dramática y narrativa, etc.), que de elaboraciones clasificatorias y definiciones teóricas; así como pocas ocasiones tan favorables se brindarán para adentrarnos en espacios concernientes a Lengua (análisis y utilización de los tiempos verbales, construcción de frases, etc. según se trate del desarrollo de un mismo fragmento de la historia contada, bien en novela, bien en obra de teatro.)
La simple contemplación de la estructura narrativa de los secuencias descriptivas de la novela que se transformen en acotación dentro de la obra de teatro, desvela por sí sola algunos mecanismos a los que se ha recurrido durante la construcción del segmento argumental sometido a examen para que, merced a ellos, se conforme en estructura narrativa o se genere una acción dramática que lo derive en escena teatral; si a ello se le añade la observación de las conjugaciones verbales empleadas en cada momento y un pasatiempos a través del cual los participantes tengan la oportunidad de opinar sobre las diferentes conjugaciones que nos sería permitido utilizar en cada uno de esos instantes sin que descripción y acotación se resientan en su cometido, probablemente estaríamos enriqueciendo nuestro ejercicio al desarrollar además un modelo para abordar de forma práctica algún estimable conocimiento acerca del uso de los verbos.
Por ceñirnos a uno de los aspectos señalados antes, el punto de vista, sólo comentar que en una de las historias contadas, el personaje que se convierte después en el narrador de la novela, adquiriendo protagonismo con ello, es un personaje poco relevante en la obra de teatro y decirte, por ponerte otro ejemplo, que en la otra historia, el narrador de la novela es un personaje que no aparece en la obra de teatro. Esta forma de acentuar las diferencias pretende poner de relieve las características del punto de vista ejercido por el personaje en la novela, en contraste con la distinta función desempeñada dentro de la acción dramática o, incluso, con su ausencia en ese ámbito.
Así, casi al infinito, cuestiones de estructura narrativa y sus posibles correspondencia, desaparición o modificación dentro de la estructura dramática o viceversa, que nos ayuden a desentrañar su razón de ser por contraste entre un género y otro; cuestiones relacionadas con el tiempo que afectan tanto a los verbos utilizados, como a recursos literarios referidos al tempo, ritmo, época, duración, génesis, desenlace, etc. Una miríada de sugerencias obtenida a partir de la observación de recursos y mecanismos utilizados ha de aparecer, sin duda; algunas de esta sugerencias podrán ser previstas y sistematizadas, otras, no. En definitiva, se trata de reconocer su existencia y su gran valor e impulsarlas y, merced a la intensidad con que se suelen presentar, aprovecharlas al máximo.
Batalla a la que puede contribuir de forma decisiva también la estrategia empleada desde la propia elaboración de las novelas, donde se han entremetido algunos artilugios que también obedecen a esta orientación. Así, en una de ellas, la destinada a los de menor edad, la narración comienza aparentemente desde un punto de vista omnisciente y sigue así durante dos capítulos, hasta que el tercero  arranca de forma inesperada con:
“Aquí entro yo en la historia. Me llamo Hábeas Corpus, aunque con un nombre así se me conoce más por lo que soy, el Duende de Sardá.”
mostrándonos que lo que, hasta ese instante, se presentaba como una visión exterior a los acontecimientos, en realidad, escondía que quien está ejerciendo la narración está metido en la historia: Es uno de los personajes.
Y, con el fin de ilustrar el otro aspecto tratado anteriormente, aquel que afecta al empleo de los tiempos verbales, te diré que en la otra novela, la orientada a los de mayor edad y que, por cierto, está narrada en forma de diario epistolar, los seis primeros capítulos (realmente, seis días de la aventura) han sido escritos de un tirón; lo que produce el consecuente efecto en los verbos, cuyos tiempos son lógicamente distintos a los usados en los siguientes capítulos, donde el protagonista sigue escribiendo por la noche, plasmando en cada capítulo lo acontecido durante la jornada acabada de vivir:
“Esta tarde, apenas concluida la sesión de rodaje, he decidido emprender la tarea de escribir mis impresiones sobre lo que aquí está pasando, ...”
por lo que los verbos se ajustan a la proximidad de los hechos, a su inmediatez y sugieren con cierta claridad los límites temporales de la acción; así que, si nos detenemos a observar el texto, podremos comprobar que se está utilizando en mayor proporción el pasado perfecto:
“Lo que ha ocurrido después de comer... ”
“Esta tarde, apenas concluida la sesión de rodaje, he decidido emprender la tarea de escribir mis impresiones sobre lo que aquí está pasando...”
“Los responsables de la cámara y de las luces han salpicado la sesión de pequeños errores...”
En todo momento, esta propuesta intenta ofrecerse como un escaparate destinado a proporcionar un abundante mosaico de sugerencias para su análisis. Diferentes contenidos prácticos que nos conducirán, de parecer conveniente, a desbordar el habitual marco donde solemos desenvolver nuestras actuaciones didácticas, para plantearnos bastantes cómos y algunos porqués de la vertiente más cotidiana del oficio de crear, como puede ser el caso en el que al enfrentarnos a la Génesis, nos surja la posibilidad de analizar la Ocurrencia; algo difícil de observar con otra metodología y que, sin embargo, ha de suscitar un gran rendimiento en cualquier experiencia por lo que de satisfacer expectativas de los participantes puede representar.
Fíjate, Kike, es ésta, la resolución de analizar la Ocurrencia, una cosa bien tonta por lo que respecta a encontrarle la importancia y a sacarle el jugo a algunos aspectos que permanecen casi agazapados en todo este negocio que nos traemos entre manos. Es cierto que quizás no aporte gran material llegar al conocimiento de las razones y circunstancias por las que a un autor se le ocurre una historia y decide escribirla; sin embargo, no es menos cierto que se trata de un asunto sobremanera interesante para el muchacho que está ensayando una obra de teatro. No ha habido vez en la que, al enfrentarme a algún colectivo que estuviese ensayando alguna obra mía, no haya surgido la pregunta ‘¿Cómo se le ocurrió la idea?’ Es posible que conocer la anécdota concreta o la circunstancia sea algo irrelevante desde un punto de vista académico, pero está claro que es un elemento que despierta el interés y que, de un modo u otro, conduce al entorno literario que pretendemos ofrecer. Pues bien, desde esa perspectiva, en esta propuesta de experiencia, la propia dinámica, al navegar por la trastienda de los porqués y de los cómos, nos inclina a indagar acerca del detalle que produjo ese nacimiento y de dónde pudo venir la idea, enlazándolo con el análisis más ordinariamente establecido sobre la estructura de la obra. Se intenta con ello acometer el estudio de la Literatura partiendo de un punto de interés mostrado por los participantes, conduciéndolos hacia otros elementos estructurales y transitando obligatoriamente por el molinillo de la práctica (lectura y ensayo).
Dos cuestiones a insistir:
1.     Esta propuesta ofrece un plano de posibilidades entre las que se debe elegir. No es necesario imponerse el desarrollo de todas sus facetas ni agotar todos los contenidos posibles.
2.     Todo este material, sobre todo, las obras de teatro, es un material modificable en función de objetivos y necesidades. Como todo fenómeno teatral, esta experiencia debe sostener la entera conformidad a ser adaptada. Así, cualquier profesional podrá adecuar las obras de teatro a los contenidos que desee tratar. Al fin y al cabo, tijeretazos e interpolaciones, por su práctica habitual y atávica, vienen a ser patrimonio del Arte Dramático, tanto como las morcillas y los escamoteos. Sólo hay una condición: los participantes han de tener la oportunidad de saber qué parte corresponde a añadidos y supresiones y cuál es el texto original. Sin lugar a dudas, las modificaciones constituyen per se un conocimiento que enriquece; saber a qué obedecen debe enriquecer aún más.
Una última nota para avezados en el oficio del Teatro. Ya sé, Kike, que tú, como buen astronauta de las tablas, no te espantas de nada y que ya le has concedido crédito escénico a este planteamiento de estructura dramático-pedagógica, pero estoy seguro también de que hay quien debe estar escandalizado, temiéndose, no sin cierta razón, una posible hipoteca pedagógica que sofoque la acción dramática. Tú sabes que no me voy a pillar los dedos por una cosa así. Esta experiencia propone un juego dramático y lector que, en mi opinión, da de sí una gran utilidad didáctica, pero sin dejar de ser lo que es: Teatro (ensayo y representación ) y Novela (lectura).
Permíteme, no obstante, que, dada la extensión alcanzada ya por esta misiva, posponga la explicación de este mecanismo; aquel que empuja a transformar y consolidar esta actividad en acción dramática y a reforzar su intensidad escénica, sustentándose en el propio diseño de la acción propuesto por la trama de las obras de teatro y su interacción con los elementos didácticos, convertidos en un constante movimiento en escena y apoyándose asimismo en la aplicación de estrategias más generales, como la de la participación de la tramoya, estratagema de la que ya hemos hablado suficientemente. Todo eso está previsto que lo reflexionemos de aquí a dos cartas y, de ahí, en adelante. De momento, lo dejamos aquí. Un fraternal saludo.
Miguel Pacheco Vidal



(1)     Pese a ello, ha tenido que ser algo más tarde, en la carta de hoy.
(2)     Publicación aludida :
*      Las sirenas se aburren”;   obra de teatro escolar del autor de este ‘palique’, publicada en la colección "Punto de Encuentro" (Serie de Teatro) de Editorial Everest (León, 2.005).
(3)     Premio Juan Cervera de investigación sobre teatro para niños y jóvenes”, otorgado en 2002 aEl asombro de Mnemosine, trabajo presentado por el autor, fundamentado en la comparación de géneros.
(4)     Obras de teatro. Compañías y montajes :
a)     El Mago Desastre
*      Magatzem d'Ars.- Barcelona 1.991. Dir. Albert Pueyo
*      Achiperre.- Zamora, 1991. Dir. Cándido de Castro
*      Producciones Miló.- León, 1998. Dir. Margarita Rodríguez
b)    Las sirenas se aburren 
*      La Garnacha.- Logroño 1.991 Dir. Vicente Cuadrado 
(5)      Novelas (sin publicar) :
*      El Mago Calamidad
*      Misotokos, la Isla de las sirenas
(6)     Guías didácticas (sin publicar) :
a)     Leo cuando actúo, actúo mientras leo
*      Propone la comparación entre la obra de teatro “El Mago Desastre” y la novela “El Mago Calamidad
b)    El asombro de Mnemosine
*      Propone la comparación entre la obra de teatro Las sirenas se aburren” y la novela “Misotokos, la Isla de las sirenas